EL HOMBRE
UNA AMENAZA PARA EL MEDIO AMBIENTE
Aunque la contaminación no se
note en seguida, a la larga tiene graves consecuencias sobre la naturaleza. El océano
no elimina todos los restos, almacena una gran cantidad de ellos.
Los abonos, pesticidas e
insecticidas penetran en los suelos y se mezclan con las aguas dulces de los
arroyos y de los ríos que desembocan en el mar. El más toxico es el DDT,
compuesto organoclorado principal de los insecticidas, que a partir de 1970 ha
sido prohibido en los países desarrollados.
Se propaga a través de la cadena alimenticia, y el hombre, al comer pescado,
puede ser intoxicado.
Los elementos contenidos en los abonos y en el cieno, mezcla de orina y excrementos, pueden provocar la multiplicación de ciertas algas, que consumen todo el oxigeno del océano e impiden la vida. Peces y moluscos mueren asfixiados. Algunas de estas algas producen entonces una espuma que cubre el mar.
La industria representa
asimismo un peligro real para los océanos: millones de fábricas arrojan
cantidades de ácidos, de metales (zinc, plomo), de hidrocarburos y de
colorantes que luego se encuentran en los mares.
Desde hace muchos años, se
han tomado medidas a nivel mundial para proteger el océano. Así, por ejemplo,
ya no se puede echar los desperdicios nucleares al fondo de los océanos, y
algunas pinturas de barcos consideradas tóxicas están prohibidas. Pero estas
medidas no siempre son respetadas.
En los países ricos, las
estaciones de depuración son todavía insuficientes, en los países pobres no
existen. Por eso, una gran parte de las cloacas acaban directamente en las
aguas de los océanos. También estamos echando continuamente a la atmósfera el
plomo que contiene la gasolina de los coches. Este plomo vuelve a caer al suelo
y acaba en los océanos.
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